Ana Hilda García

Ana Hilda García

Ana Hilda García. República Dominicana

IV PREMIO MARIONA MASGRAU. 22 de Junio, 2009. Santo Domingo (República Dominicana).

Nacida en La República Dominicana, es una veterana actriz que desde el año 1953 está bregando con el teatro. Se inició en el Teatro de Bellas Artes y hasta el año 1986 fue primera actriz del Teatro Nacional.

Proyectó sus creaciones en el Teatro para Niños “El Teatro Guiñol Dominicano“, fundado por ella en el año 1977, hecho que refleja su pensamiento innovador y la convierte en una mujer pionera en su país , al crear el primer teatro de títeres. Con este teatro se realizan cientos de presentaciones en diferentes centros educativos, siendo tal la demanda que se hace necesario diseñar un teatro estable solo para títeres. Es así como se construye un teatro al aire libre, ubicado en el antiguo zoológico de Santo Domingo, en el que se llegaron a representar seis funciones diarias.

El Teatro Guiñol Dominicano llevó la alegría y diversión a diferentes instituciones públicas y privadas, recorriendo con los títeres hospitales, escuelas, ferias del libro, ferias del niño, bateyes y campos. Formó a maestros a través de talleres de títeres, al incorporarse una Unidad de Teatro Guiñol a la Dirección General de Cultura de la Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos.

Ha participado en innumerables obras de teatro de las que se pueden destacar: “El Pelícano”, “La Casa de Bernarda Alba”, “Orinoco”, “La Muchacha sin Retorno”, “Cordero de Dios” (Agnus Dei) entre otras.

Ana Hilda destaca por su gran  capacidad de actuación, interpretando infinidad de caracteres y en distintos géneros teatrales, participando en obras cómicas, dramáticas, farsas, sainetes…

Esta entrada fue publicada el Jueves, 12 de noviembre de 2009 a las 17:21 pm y está archivada en la categoría Premio Mariona Masgrau. Puedes seguir los comentarios de esta entrada a través de la sindicación RSS 2.0 . Puedes dejar un comentario, o un enlace desde tu propio sitio.

1 Comentario

  1. pantzerki says:

    Por Reynaldo Disla

    Ana Hilda García

    Recuerdo a la homenajeada, Ana Hilda García, cuando destapó una maleta durante los ensayos de la obra “Abelardo y Eloisa” que dirigía Iván García en el Teatro Nacional. “Vengan a ver mis títeres” exclamó Ana Hilda. Todos los actores y actrices nos colocamos alrededor de la maleta mágica que ella destapaba lentamente. Descubrimos, risueños, unos coloridos marotes: el Abuelo, marrón; la Madre, doña Rosa, rosadita; los mulatitos Memo y Tina; don Tomás, el Papá, color café, con su bocito de gruñón. Y finalmente Tita, la abuelita color rosa. Yo no sabía, en ese momento, que esos muñecos iban a convertirse en parte importante de mi vida. Ana Hilda tenía el diseño de su teatrito que pronto se haría realidad. Estábamos en 1977 y el Teatro Guiñol Dominicano empezó ahí mismo, según recuerdo. Ana Hilda conformó su grupo con Fernando Cristóforis, Ana María Serallés y yo. Me llevé para mi casa al cascarrabias don Tomás, y empecé a buscarle expresividad al muñeco según las instrucciones que Ana Hilda había aprendido del puertorriqueño Francisco Torres, quien construyó (como le gusta decir a Torres) los títeres, según las indicaciones de Ana Hilda.

    Había mucho entusiasmo en el Teatro Guiñol Dominicano. Era una actividad nueva, apenas había el antecedente de los títeres Pínpirigallo de Rómulo Rivas y Mercedes Díaz que habían realizado un recorrido por provincias del país, promocionando la alfabetización. En ese momento el Teatro Guiñol Dominicano era el único teatro de títeres en Santo Domingo.

    Pocos meses después, las maletas de Ana Hilda García se llenaron de muchísimos títeres: La Gallina, pollitos, El Lobo, Caperucita, un burro, un gato y otros personajes, muchos de los cuáles fueron confeccionados por jóvenes de la Asociación Dominicana de Rehabilitación. Yo, también, diseccioné un títere, para ver cómo los hacían y logré armar, con colcha y toallas, a Hilario, un señor calvo presentador de teatro de calle, y luego, a otros seres mejores terminados: Tres Dientes, Bocitos, Mariquita y Juancito, el Diablo, entre otros.

    Bueno, el Teatro Guiñol Dominicano tuvo temporadas memorables, que es una historia que está pendiente de escribirse, como memoria de aquel esfuerzo pionero del teatro de títeres en nuestro país. Por lo breve que debe ser mi intervención, vale recordar la gestión cultural de Ana Hilda, que le proporcionó al Teatro Guiñol Dominicano los auspicios que le permitieron realizar su labor, con presentaciones constantes durante varios años en escuelas, hospitales, ingenios azucareros, centro de reeduación de menores y casa-albergues infantiles.

    Fue un trabajo incansable, constante, con el teatrino siempre sobre su auto, que nos llevó por caminos intransitables, bateyes y centros de salud de país. Era una actividad que iba más allá del dominio de las técnicas de manejo y la consolidación de un repertorio para público infantil. Estaba, además, la perceptible sensibilidad social de Ana Hilda García, su voluntad y perseverancia para llevar la alegría a niños y niñas enfermos, que siempre parecían sanarse al contacto con los títeres.

    Supe, desde el primer momento, que trabaja al lado de una mujer extraordinaria. Ella había sacrificado mucho para volver al teatro, después de quince años de ausencia. Y regresó al teatro, en el que estuvo desde niña, con la mejor caracterización de Bernarda Alba que yo he visto. Y he presenciado 8 montajes de la Casa de Bernarda Alba, todos de alta calidad.

    No puedo dejar de mencionar algunos recuerdos muy vívidos. Ana Hilda después de una función a los niños del Hospital Oncológico. Ella preguntaba por algunos de los niños que había conocido en la visita anterior, le contestaban: varios niños ya habían fallecido. Eran tristes las funciones en el Oncológico. A los niños que no podían estar en la función iba Ana Hilda a saludarlos, títere en mano, a sus camas. Ana Hilda siempre sonriendo y conversando con ellos. Ella no empezaba a llorar hasta salir del Hospital y llegar al auto. Otro recuerdo: Ana Hilda en los semáforos, diciendo que ya no podía vivir más en este país, que ya no podía soportar más ver a niños mendigando o limpiando los vidrios de los autos, y que si ella no podía hacer nada, tampoco podía soportar observar impotente esta tragedia, todos los días.

    También, finalmente, permítanme recordar, el Teatro de Títeres que Ana Hilda construyó en el antiguo parque zoológico, un teatro en distintas gamas de azul, con capacidad para 150 espectadores: ¡era un sueño! A la entrada había un reloj que marcaba la hora de la próxima función, y los fines de semana hacíamos una función cada hora, durante 5 horas, y siempre había público que venía, dentro del Quisqueya Park. Ese sueño duró menos de dos meses: el ciclón David arrasó la construcción; pero no se llevó los sueños de Ana Hilda, que siguió haciendo títeres en nuestro país durante varios años más.

    Por todo ese aprendizaje a su lado, y esos años de deambular con sus títeres por los caminos del país, le dediqué este libro, por haberme iniciado en el maravilloso mundo del teatro de muñecos. Permítanme entregarle un ejemplar de mi libro Piezas para Títeres, que también está dedicado a mi otro maestro, Eduardo Di Mauro.

    Muchas gracias.

    Reynaldo Disla
    22 de junio de 2009.
    Palacio de Bellas Artes.

    ... on July octubre 26th, 2012

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